Fe Antropológica
La Fe concebida antropológicamente es otro de los errores de Juan Pablo II en su libro. Sorprende cómo puede decir: "Nuestra Fe es profundamente antropológica." (Cruzan. p. 56). Estas palabras, tal como suenan, son heréticas. Nuestra Fe es sobrenatural, es un don y una gracia de Dios, nadie puede creer, si Dios no le infunde sobrenaturalmente la Fe. Una Fe antropológica es un contrasentido, es rebajar a la dimensión del hombre la Fe sobrenatural. La Fe es divina, no antropológica; es divina: en su objeto material (creer a Dios) en su objeto formal (creer por Dios) en su objeto final (creer en Dios) (Cfr. S. Th. II II, q 2 a 2).
La Fe es una virtud sobrenatural: "Esta Fe, que es el principio de la humana salvación, la Iglesia Católica profesa que es una virtud sobrenatural por la que, con inspiración y ayuda de la Gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por El ha sido revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos". (D. 1789).
"La Fe, aún cuando no obre por la caridad, es en sí misma un don de Dios, y su acto es obra que pertenece a la salvación" (D 1791).
"Los Misterios Divinos por su propia naturaleza, de tal manera sobrepasan el entendimiento creado que, aún enseñados por la revelación y aceptados por la fe, siguen, no obstante, encubiertos por el velo de la misma Fe y envueltos en cierta oscuridad" (D. 1796).
La Fe es de origen Divino y no puede ser profundamente antropológica, Dios es su autor: "Dios es el autor de la misma Fe" (D. 1639).
Juan Pablo II niega el carácter profundamente sobrenatural de la Fe. Y lo peor es que con su óptica antropológíca tergiversa la Palabra de Dios: "La eterna elección del hombre en el Verbo que es el hijo (Cfr Efesios 1, 4)." (Cruzan p. 56), para darle un contenido humano de acuerdo a su afirmación "Nuestra fe es profundamente antropológica". Antropológica es también la escatología según Juan Pablo II. "La escatología, como ya he mostrado, es profundamente antropológica" (Cruzan. p184). Y él mismo admite y reconoce que "la escatología tradicional giraba en torno a los llamados Novísimos" (Cruzan. p.184). Con lo cual se reconoce el cambio radical entre una y otra escatología.
La definición de la fe no tiene, nada de antropológica pues: "Es, en efecto, la fe, en testimonio de los Apóstoles, sustancia de las cosas que se esperan, argumento de lo que no aparece (Hebr. 11, 1)" (D 1789).
Una fe antropológica es una fe humana natural, contraria a la Iglesia: "Porque quienes dicen que la fe, por la que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la Iglesia de Dios" (D 175).
"La fe, por la que creemos en Cristo, así como también todos los bienes, nos vienen a cada uno de los hombres, por don de la gracia celeste, no por poder de la naturaleza humana" (D 200b).
El antropocentrismo de Juan Pablo II es tan arraigado que todo parece girar en torno al hombre, de la persona humana, convirtiéndose en una verdadera preocupación a lo largo de su vida. "El interés por el hombre como persona estaba presente en mí hacia mucho tiempo. (...) siempre me ha apasionado más el hombre;" (Cruzan p. 197).
Y refiriéndose a uno de sus libros dice: "en Amor y responsabilidad formulé el concepto de norma personalista (...) La verdadera interpretación persona lista del mandamiento del Amor se encuentra en las palabras del Concilio: ...(Cruzan. pp. 198-199).
Es tal la concepción antropológica y personalista que el Evangelio es una confirmación de los derechos del hombre, y de la verdadera libertad por la que combatieron Kant y Max Scheller en contra del peligro de una libertad egoísta: "... subsistirá siempre el peligro de una libertad egoísta. Peligro contra el que luchó Kant; y en esta línea deben situarse también Max Scheller y todos los que, después de él, han compartido la ética de los valores. Pero una expresión completa de esto la encontramos sencillamente en el Evangelio. Por eso en el Evangelio está también contenida una coherente declaración de todos los derechos del hombre, incluso de aquellos que por diversos motivos pueden ser incómodos" (Cruzan. p. 200). Con estas palabras se comprende como Juan Pablo II puede decir que la fe es profundamente antropológica. Esta es una fe personalista que no se aviene con la fe Católica Apostólica Romana de la Iglesia, sino que concuerda con la impía y herética declaración de los Derechos del hombre y de la Revolución francesa o Judeo-masónica.
Se comprende, así también, cómo pudo declarar el Cardenal Suenens "El Concilio es 1789 en la Iglesia" (Mons. Lefebvre, Le Destronaron ed. S Pio X , Bs As 1987 p. 10).